Carlos Blanco / El Nacional
Venezuela experimenta la desintegración del tejido social de modo inédito. Las reglas de convivencia construidas a lo largo de su historia están dañadas y, en muchos casos, destruidas. Avanza en forma exponencial la criminalidad. El país, estupefacto, asiste a la conformación del nuevo imperio: el de los “pranes”, en el cual el poder de fuego de las bandas organizadas disputa territorios a un Estado en retirada, que apenas relincha con “operaciones” en las que siempre mueren los enemigos en “enfrentamientos” o ejecuciones. Ante la ausencia de Estado se produce esa versión infame de justicia que son los linchamientos, evocación urbana del circo sangriento en el cual la turba ejecuta a los que son o parecen culpables. Por su lado, la fantasía de lo imposible llegó: la pelea callejera por la pata de un pollo, de lo cual dan pavoroso testimonio las trifulcas en las colas por la comida. Aquella idea del chavismo “originario” de que el robo no es robo si hay necesidad, ahora se consagra en rapiñas y pillajes. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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