La oposición no pondera como debe el potencial electoral que conserva Chávez, un riquísimo y taimado dictador en busca de poder vitalicio: meses en campaña "corriendo solo", invirtiendo en su reelección los enormes recursos de otra bonanza petrolera
Antonio Pasquali
analitica.com
Grave constatación; las de 2012 no son elecciones estándar, sino el aut-aut entre una nueva democracia o más decenios de dictadura militar.
Grupos civiles y respetados editorialistas reprochan en coro a la Mesa de la Unidad Democrática sus fatales hesitaciones ante las primarias.
"Defender la MUD escribe Teodoro Petkoff el 1º de marzo, implica comprensión... pero también cero complacencia ante aquellos de su pasos que no se ven completamente claros... Chávez no puede seguir corriendo solo" y el 23 de marzo se declara "profundamente preocupado" por la reaparición en su seno de "conductas propias del quehacer político que el país llegó a detestar". El 18 de marzo Emilio Figueredo llega más lejos: "No se puede seguir jugando con la paciencia del venezolano; es bueno que se sepa quiénes y por qué pretenden demorar las primarias... y a quiénes quieren excluir con esta estratagema".
¿Personalismos? ¿Quintacolumnas? Comprendamos sus complejidades internas, pero entienda de una vez la MUD que, tras forjar la unidad, es ella, y no los partidos, la que encarna a los ojos del país la resistencia al dictador, lo que le impone seguir ejerciendo el vigoroso liderazgo que fue suyo. Malos presagios cunden en las mayorías antichavistas al verla bostezar en sus laureles y guisar con incomibles recetas de ancienne cuisine las elecciones de 2012, cual si preparase un bucólico Almuerzo en la hierba en lugar de subir a las barricadas a pelear por la nueva democracia. Su única estrategia visible, la inercia: una pizca más de unidad por aquí, otro desgaste chavista por allá, y milagro asegurado en 2012.
Optimismo infantil; la oposición no pondera como debe el potencial electoral que conserva Chávez, un riquísimo y taimado dictador en busca de poder vitalicio: meses en campaña "corriendo solo", invirtiendo en su reelección los enormes recursos de otra bonanza petrolera, predicando odio, demoliciones y polarización al límite de la guerra civil, violador serial del entero país con sus ya obscenas "cadenas", practicando el más abyecto populismo, aplicando al país la retórica cubana que convierte fracasos en triunfos, cosechando los frutos de ejércitos de jóvenes adoctrinados por el PCC en Holguín (ya eran más de 60.000 en 2006) que han infiltrado en los ganglios de la nación toxinas ideológicas, afinando el chantaje y la compra de conciencias para extorsionar votos... De no mediar un más vigilante y denunciante estilo opositor, evitar una debacle en 2012 no será nada fácil.
Chávez llegó a su confeso comunismo de hoy engañando al elector, con probables trampas y manipulando las reglas de votación. Le queda el maxifraude electrónico y una salida a lo Robespierre: amenazar por el terror a quien no vote por él, lo que ya hizo tres veces: de perder las elecciones "en el país vendrá una revolución violenta y un alzamiento militar" (5-11-2010); "si llegara (la oposición) a montarse en el Gobierno no creo que duraría tres meses" (11-11-2010); "es difícil que la oposición llegue al poder. Sería vender el país, eso no lo va a aceptar la gente, la FAN ni el pueblo" (general Rangel Silva, 26-2-2011).
Amenazas criminosas y gas paralizante del bueno para que cunda el fatalismo, pero que Chávez y sus milicias de seguro intentarían llevar a la práctica ante una derrota.
La violencia siempre fue la "última razón de los reyes", y hacia allá corre Chávez, ineludiblemente. Han transcurrido 176 años y 26 presidentes militares desde aquel 1835 en que José Tadeo Monagas y José María Vargas escribieron la historia a venir, al afirmar el militar que "los empleos públicos deben estar en manos de los fundadores de la libertad" y al denunciar el civil a "los hombres que creen que Venezuela es su patrimonio". No pasemos por alto el estupendo efecto colateral de una victoria de la oposición en 2012: romper la secuencia militarista y asegurar al país una era de civilismo y modernidad.
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