Carlos Blanco / El Nacional
En la cumbre del poder dictatorial que Maduro ejerce, sus movimientos son violentos y torpes. Cada manotazo que lanza termina en su rostro. Cada grito se le devuelve como eco multiplicado. Sí, reprime, pero está aislado, acompañado en el bunker por aquellos que como él no ven futuro sino presente hiperreal, en el cual la soledad del poder muestra sus arrugas y pústulas más ominosas. Cuando el poder se concentra en tan gigantescas proporciones le ocurre como a los cuerpos ultradensos: estallan. Es que no solo han violentado derechos de opositores, críticos, medios de comunicación, gremios y sindicatos; es que también lo han hecho con los suyos: los gobernadores, ministros, jefes políticos chavistas, han perdido poder. Fuera de una docena de personajes, nadie saca el pecho por Maduro y los que lo hacen, tienen un estilo lateral, no vaya a ser que en el hundimiento aquel quiera agarrarlos por la solapa y llevárselos. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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