Por Luis Vicente León | Prodavinci
El arranque de la mesa de diálogo acaparó la atención de todo el país, como hace rato nada lo lograba. No es de extrañar. La gente está harta de la crisis y quiere dos cosas fundamentales: soluciones y paz. Y, con sabiduría popular, intuitivamente sabe que no se van a lograr ninguna de las dos sin que los actores en pugna se sienten a dialogar. Ningún diálogo provocado para resolver un conflicto es fácil. Los actores que se sientan ahí no confían los unos en los otros y, en el caso venezolano, se presenta el drama adicional de que no hay personas ni instituciones —ni locales ni extranjeras— en las que todo el mundo confíe, algo que obliga a mezclar mediadores para reducir riesgos. Lea el Artículo Completo AQUI ...
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